“Cuida de esta vara, algún día te será útil”
Esas fueron las últimas palabras de mi madre antes
de irse de nuestro hogar. De aquella pequeña isla flotante, donde construimos
nuestra casa sobre las ruinas de la última ciudad de mi gente: los Woray.
Desde entonces nunca he dejado de llevar aquella
vara encima, esperando a que mi madre volviese para enseñarme a usarla como me
prometió en mi más tierna infancia.
A lo largo del tiempo me di cuenta que nunca
volvería, si no ¿Por qué a tardado diecicseis años sin darme noticia alguna?
Por suerte no estaba sola, bueno, en sentido de
personas no hay nadie en esta isla, pero en cuanto a compañeros de fatigas
tengo a las bestias. Si habeís leído bien: Bestias.
Desde que nací tengo el extraño poder de hablar con
ellas, lo que ha logrado que no me vuelva loca por la soledad.
Yo vivía mi vida en aquella isla, cada día haciendo
lo mismo que el anterior, y siempre mirando al horizonte preguntándome qué
habría allí,si habrá más gente como yo.
Mi madre me hablaba de ciudades, barcos que volaban,
animales exóticos, paisajes por ver. Pero sin olvidarse de lo malo, de la
guerra, la codicia, la envidia,…
Yo, por aquel entonces, no sabía nada.
¿Quién me iba a decir que aquella llegada
inesperada, de aquellos visitantes tan extraños, acarrearía esto?
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